El premio Nobel de literatura para Mario Vargas Llosa.
Cuando ya casi todos habíamos tirado la toalla de la esperanza de que Mario Vargas Llosa recibiera, algún día, el premio Nobel de literatura debido al convencimiento de que los suecos de
Ayer fue, por ello, uno de esos días inolvidables en el que los peruanos se levantaron contentos al enterarse de que, por fin, Vargas Llosa pasaba a integrar el selecto grupo de escritores que ha recibido la más alta distinción mundial de las letras.
El Nobel se le ha otorgado, ciertamente, por su carrera literaria. No le corresponde a este columnista hacer un juicio sobre la misma debido a que, obviamente, mi especialidad no es la crítica literaria.
Pero sí puedo, en cambio, expresar el agradecimiento más profundo que puede tener un lector como yo que, como muchos de mi generación, empezamos a leer literatura con Vargas Llosa, dejándonos el gusto y el amor por la lectura que solo puede manifestarlo el que los siente.
Ayer les pregunté a todas las personas –famosas y anónimas– que, a propósito de este Nobel, entrevisté en Primera Noticia de ATV y en mi programa de Radio Capital, por su libro preferido de Vargas Llosa, y me sorprendió la diversidad de las respuestas, pero luego caí en la cuenta de que lo amplio y valioso de su obra lo explica.
Pero el agradecimiento de los peruanos por Vargas Llosa debiera ir mucho más allá del ámbito de las letras pues su gravitación en la defensa de la libertad y de los derechos fundamentales de las personas es extremadamente valiosa, lo cual concreta a través de frecuentes lecciones de ética y democracia.
El último año ha sido particularmente valioso en ese sentido. Primero, sacando adelante el Lugar de
Segundo, hace menos de un mes, logrando, con su renuncia a la comisión del Lugar de
Mario Vargas Llosa es, para todo el mundo, el premio Nobel 2010 de literatura. Para los peruanos es, además, una reserva moral que él mismo usa para defender los derechos fundamentales de la libertad de las personas.
Por: Augusto Alvarez Rodrich
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