Ollanta Humala ganó por su oportuna apertura hacia el centro. Sin duda la inmensa mayoría de los votos llegó de los sectores sensibles a su imagen y mensaje de cambio hacia la izquierda. Pero el pequeño porcentaje clave para la victoria vino de votantes medios que tomaron distancia de la leyenda negra promovida por los sectores ubicados más a la derecha.
El primer acto en este movimiento de encuentro con el centro fue la decisión de Mario Vargas Llosa de convertir su antifujimorismo en un decidido apoyo al candidato Humala. El segundo y decisivo acto fue el paso de Alejandro Toledo y algunos de sus tecnócratas a las filas de la campaña, dándole así verosimilitud a la idea de un centro humalista.
Esta apertura hacia el centro es bastante más que una táctica de campaña. Dentro del Congreso ella le da a Humala una mayoría que quizás no sea constante ni automática, pero que le dará movilidad en un número importante de temas. Fuera del Congreso le dará acceso a recursos tecnocráticos para complementar los que él mismo trae de la izquierda.
En otro plano una alianza con el centro y el centro-derecha le significará un freno a la posibilidad de verse arrinconado por la oposición cerrada de un fujimorismo que a partir de su derrota probablemente termine todo en manos de la extrema derecha. La demolición de Humala en la presidencia es un objetivo fujimorista anunciado de tiempo atrás.
Esa extrema derecha no puede imaginar otro desenlace que un protectorado chavista más. El antídoto brasileño a lo anterior es sugerente, pero el humalismo no es el PT ni Humala es Lula. Más razonable es pensar en una fórmula como la Concertación chilena, en el sentido de alianza de izquierdas y derechas moderadas que convergen hacia el centro.
Esta construcción no existía antes de la campaña, y ella no es algo que se pueda lograr de un día al otro. Puede ser que en estos primeros momentos las necesidades de tranquilizar la plaza obliguen a una suerte de transitorio overshooting en las concesiones al empresariado y al mismo tiempo a algunas medidas efectistas para quienes votaron por el cambio.
Pero estos dos tipos de caminos, el social y el económico, tienen que ser articulados, lo cual se logra en base al encuadre que dan las alianzas políticas. Expresadas en el Congreso, pero también en el Ejecutivo. En ninguno de los dos casos tiene sentido alguno concertar con el fujimorismo, como parecen estarlo proponiendo algunos medios.
Todo indica que luego de dos presidencias olímpicas y políticamente distantes de las que venimos, esta presidencia va a tener como principal tarea negociar directamente con todos los sectores del país, desde la base a la cima. Pues a estas alturas es claro que en el Perú tan movido, temeroso y expectante de estos años todo avance sale con hueso.
Por Mirko Lauer
www.larepublica.pe
No hay comentarios:
Publicar un comentario